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Nos sé ni por donde empezar.
Hace tanto que quiero escribir a mis tías, a mi mamá, a mi abuelo, a mi hijo, a mis compañeros de trabajo. A mis amigos...
Pero nunca encuentro el momento. siempre estoy tan ocupada con la maternidad y el trabajo.
Maternidad. Que cansancio, que angustia. ¡Que amor!
Estoy absolutamente enloquecida de amor por ese pequeñito impertinente que viene a interrumpir mis sueños y a no dejarme hacer nada. Pienso en él y ya quiero darle un beso. Ya quiero ir a interrumpir su sueño con mis besos y mis caricias. Ya quiero oler su pelo y sentir su corazoncito latiendo.
Ahora él duerme. Atípicamente duerme a las ocho de la noche. Llegó tan cansado de la guarde, tal vez de extrañarme. Dice en el cuaderno que todo el día preguntó por mamá y cuando lo dejé con la profe se quedó llorando y me llamaba.
Que cosa tan dura tener que dejar a un hijo para ir a trabajar. Me sigo preguntando si eso si es lo que debería hacer... o si debería vivir con menos y estar mas tiempo con mi niño. Tengo pánico de estarme equivocando.
Quiero un trabajo mas corto, menos demandante. Quiero mas tiempo con él, que cada día pregunta más por mamá y se me pega mas del pantalón con esa miradita suplicante.
Cada avance, cada logro me maravilla y me siento la mamá del niño mas inteligente y precoz del mundo. Eso sí, sin duda, del mas bello. Con esos rizos rubios y esos ojos grises que me hacen palpitar mas rápido el corazón. Esa vocesita ronca diciendo pia pia pia pa.. bua bua bua mia mia miaau.
Tengo que sobreponerme a tanto amor a cada minuto para poder seguir viviendo. Tanto amor viene inevitablemente atado a un miedo profundo, a un sufrimiento en espera. Así que toca pensar mejor en el otro lado de ese amor, el del orgullo infinito, el de la felicidad desbordante, para sobrevivirlo.
Y mejor me voy a prepararle un tete y a morir de amor mientras le peino esos crespitos desordenados.
Soy mamá.