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JACOBO

Siempre me han gustado los peluches.  Las muñecas no.
Mi primer peluche fue archibaldo el de Plaza Sésamo, porque esa fue mi primera petición al niño Dios a los tres años, acompañado de una bandera de Colombia.  Patriota desde chiquita.
Luego llegó un oso panda que trajo mi abuelo del parque de Belén en una bolsa de manila grande. Recuerdo perfectamente que se paró en la puerta con la bolsa y yo andaba, con apenas tres años, trepada en un triciclo recorriendo el inmenso territorio de mi casa.  Así llegó también Lucero la osa con su bebé osito. Después llegaron:  friz el perro salchicha, mogolla el perro cazador, perrengue el cachorro rosado y quién sabe cuantos más.

El ritual de la mañana para despertarme incluía contarme un cuento y darme el "cacao" que era milo caliente, pero dando un sorbo a cada peluche mientras se mencionaba su nombre, hasta llegar a mí. 
Recuerdo que el cuento siempre terminaba en que alguno de mis peluches, si yo no despertaba, iba a armar un atadito con sus cosas e iría al reino de Cula-cula a trabajar en un circo.  Yo era la corza veloz en los cuentos de mi abuelo y tenía que despertarme para ir rauda y veloz, rabo al viento, a rescatar a mi peluche.

Desde entonces, los peluches han sido mis amigos. Soy hija única y crecí siendo la única niña en una familia de muchos adultos, así que los amigos felpudos eran mis compañeros de juego.  Me la pasaba enseñándoles cosas y con ellos montaba obras de teatro que ensayaba y ensayaba, para luego invitar a todos los adultos de la casa a una habitación y presentar el gran estreno.  Hacía juego de luces y nuestras obras teatrales siempre tenían música. 

Claro, fuí creciendo y los juegos fueron cambiando.  Pero siempre estaban mis peluches. En la adolescencia llegó Pompilio, un elefantito gris muy bonito al que le dí una personalidad algo histriónica.  Yo me había vuelto una niña tímida y miedosa, pero pompilio era todo lo contrario, era mi alter ego.  A través del elefante expresaba muchas cosas, cantábamos, hacíamos pataletas juntos y decíamos lo que no nos gustaba.

Cuando entré a la universidad y ya casi había olvidado a mis peluches, mi prima Olga María me trajo de Canadá a Jacobo. Un dromedario de peluche con patas largas y dúctiles. Muy expresivo el muñequito.
Desde que llegó Jacobo descubrí que podía moverlo logrando muchos efectos diferentes y fue así como decidí darle también personalidad.  Al principio solo mi tía Gloria celebraba los bailes y cantos de Jacobo, pero a medida que lo iban conociendo, todos los miembros de la famila fueron hablándole al peluche.   A veces no me hablaban a mí, sino a Jacobo.   Todos los días me levantaba con Jacobo debajo del brazo y bajaba las escaleras cantando BUENOS DÍAAAAASSS  y el día empezaba como una fiesta. 

Jacobo también hizo algunas pataletas, es un tanto dramático.  Alguna vez le puse unas medias azules y se le mojaron no sé por qué, lo que causó que el resto del mundo tuviera que soportar una cantaletica dramática del pobre damnificado del invierno que sobrevivió a las inundaciones. 
Cuando trabajé en el jardín infantil "La Arboleda" le hice un uniforme como el de los alumnos.  Él daba las clases de música, no yo.  Aunque yo ayudaba un poco con la guitarra y la disciplina de los niños. 

En la universidad Jacobo tenía varios amigos. Mónica Gómez me hacía reír diciendo que el lomo de Jacobo debía oler a sobaco de Adita, porque yo siempre lo llevaba debajo del brazo.  No me alcanzo a imaginar cuantas personas habrán llegado a tildarme de loca, pero lo que sí sé es que también mis compañeros de Ingeniería Ambiental, o una buena parte de ellos, terminaron hablándole a Jacobo.

Luego hice la práctica en ISAGEN y allá fue todo un suceso.  El Gerente ambiental era amiguísimo de Jacobo, así como todo el equipo.  Tanto, que un día tuvieron que pedirme que no lo llevara a los grupos primarios porque se volvía el centro de atención y le robaba protagonismo al jefe y a los temas de discusión.
En una visita a la central San Carlos me lo secuestraron.  Sólo apareció cuando el secuestrador vio que yo no iba a subirme al helicóptero escoltado, en el que iban a evacuarnos de emergencia por una amenaza de intrusión de la guerrilla, sin mi peluche.  El secuestrador, Jacobo y yo, eramos los únicos rezagados para abordar el último M.I. de evacuación de la central.

En ARP SURA Jacobo se hizo amiguísimo de la Gerente Técnica Nacional, que todavía pregunta por él y le manda saludos, y por supuesto del monstruo comegalletas y Enrique, que están siempre en la oficina del director de operaciones de la compañía.

Gracias a Jacobo he seguido siendo niña después de los diez, de los quince, de los veinte, de los treinta años cumplidos, y me enorgullezco. Estoy convencida de que él existe porque crecí entre los cantos y cuentos de mi familia, las obras del teatro infantil bambalinas y los títeres de La Fanfarria Medellín.  Y su éxito rotundo, su capacidad de conquistar diferentes públicos a pesar de la pendejada de la edad adulta, se debe a que él es un pedazo de mí posiblemente mas honesto que yo misma.

Ha estado mas bien ausente los últimos años.  El único motivo para eso es que uno tiene períodos de estupidez en los que se le olvida ser niño.  Pero estoy en la tarea de recuperar la magia de Jacobo.  Así que este video es un intento por traer a Jacobo de vuelta y con él mi capacidad de ser niña, que ha sido siempre una de mis mejores cualidades.   La canción es Rie Chinito de Perota Chingó, un dúo argentino que me encanta, y la grabé como regalo para mis cuatro mamás que son las fans número uno de Jacobo Posada.





CORTA DESPEDIDA PARA ISIS

Isis llegó como un regalo.  De una raza poco común en Medellín, su apariencia fue motivo de opiniones divididas. En mi caso fue amor a primera vista.  Desde que la conocí me dio la impresión de que era la gata mas gata de todas las gatas.  Era la viva representación de la felinidad.
No, no era mía.. o mas bien, yo no era su humana. Pero yo moría de amor al verla y amenazaba con robármela al primer descuido de sus humanos. Por supuesto, era puro cuento. ¡Ella era tan feliz entre sus súbditos bípedos!.  Además tenía en su corte a varios gatos y perros.
Muchos la llamaron fea.  Preguntaban cosas como ¿Y si se va a curar la gatica?  ¿Que le pasó?  ¿Pero le vuelve a crecer el pelo?.  De cariño la llamábamos "lo que quedó del incendio".  Era una gata Cornish Rex y por eso tenía el pelo rizado, cortito y más suave que el de cualquier gato.
Con su hermosura peculiar vino a enseñarnos precisamente que la belleza es subjetiva y que a veces hay que aprender a verla.
Hoy se bebió de golpe todas las estrellas.  Y  aunque me entristece su partida, me duele más la tristeza de sus humanos, que eran súbditos fieles y amorosos.
Yo espero que esté en el puente del arco iris esperando a Merce... y que cuando llegue yo, se acuerde de mí y me haga alguna morisqueta.  Claro que en caso contrario, la voy a agarrar a picos obligados como hice siempre con la pobre Isis, que paciente soportó mis ataques de cariño.


Adiós hermosa.  Te vamos a extrañar montones.

SUNDURÍ

Ñé.  Ese apodo le puso Rosalba a mi gatita.  Ella no sabía maullar, solo se la pasaba "ñarriando" y hacía unos soniditos muy graciosos.  Sus vocalizaciones siempre eran ñé ñé prrrrriiii mi mi.
De manto tuxedo, es decir negro con el pecho, las patas y parte de la cabeza blancos, como si tuviera un traje formal de hombre, ojos amarillos y una mancha blanca en la punta de la cola. Así era Sundurí.  Su nombre significa niña hermosa y la bauticé así porque ese era el apodo que hacía unos años me había puesto un buen amigo.  Siempre pensé que sería bueno para una gata.

Ella fue la primera felina con la que conviví.  Llegó en un momento difícil en el que yo no lograba arraigarme, no encontraba mi hogar, así tuviera una casa donde dormir. El hijo de una conocida la había encontrado famélica, perdida, deambulando por ahí, con escasos dos meses de vida, y yo decidí darle un hogar, pero fue al revés porque la gata terminó dándome un hogar a mí. Ella llegó para obligarme a echar raíces.  Ya tenía que alimentarla y atender sus necesidades, así que era necesario que me asentara en el apartamento que compartía con ella.

Por cosas de la vida tuve que entregar de afán ese apartamento y por una semana la gata fue a parar en casa de mi novio y yo donde mis tías.  Pero no resultó.  Mi hogar era donde estuviera ella.
Así que no volví a separarme de ella hasta que en uno de tantos ires y venires me fui a vivir a una finquita en Santa Elena, un corregimiento de Medellín a 25 minutos del casco urbano.  Cuando llegamos les mostré la casa a ella y a sus dos hermanos adoptivos Kimburo y Josys.  Les enseñé la puerta para gatos y los dos machos aprendieron bien, pero ella no.  Al día siguiente volví del trabajo y ella no estaba.  Había salido, tal vez a buscarme, o solo a curiosear y no pudo volver.  Yo creo que no había entendido que esa era su nueva casa y se asustó cuando me fui, entonces quiso encontrarme.
Estuvo perdida un mes.  ¡Que mes tan difícil! Lloré su ausencia cada fin de semana al ver que no volvía.

Pero volvió. Al mes de haberse perdido la vimos cerca de la casa y fuimos a buscarla.  Estaba flaca y pulgosa, muerta de hambre. Se recuperó y estuvo conmigo unos meses más.

Yo estaba indecisa. Tenía el proyecto de vivir con mi novio pero sentía pánico.  Significaba dejar todo lo que había logrado conseguir, ceder un pedazo de mi independencia, apostarle a la convivencia, dejar de vivir con mis gatos. No podía traerme tres seres libres, que habían disfrutado de la delicia de ser silvestres, sentir el rocío, salir a la hora que les diera la gana, comer grillos y trepar árboles, a vivir a un apartamento diminuto en un sexto piso. Pero no sabía que hacer con ellos. ¡No podía abandonarlos, entregarlos a cualquiera!.

Así que un día llegué a mi casa y ella estaba echada sobre la mesa de la sala, inmóvil.  Le sobé la cabeza pero no vino a pedir comida enlatada como todas las noches.  Entonces la revisé y sus pupilas estaban dilatadas, su corazón latía mucho mas rápido, su abdomen estaba distendido.  Eso fue un jueves.  La bajé a Medellín a un centro veterinario y el domingo se murió.   Murió de muerte.  Tenía un edema pulmonar pero no había causa aparente.  Simplemente se fue.

Entonces entendí que Sundurí se había ido para que yo volviera a desarraigarme y volara.  Para que tomara el riesgo de vivir con mi novio y emprender un proyecto de vida nuevo. Mis otros dos gatitos se fueron a vivir con mi mamá, quien con toda seguridad,
no me hubiera recibido a los tres.

Son ya tres años de haberme despedido de ñé.  Mi novio la enterró junto a un arbolito de la finca.  Siempre la recuerdo con alegría y gratitud por haberme obligado a echar raíces cuando lo necesitaba y luego a cortarlas cuando era lo justo.  Tambien por enseñarme felinidad, sutileza y elegancia.

¡Qué buena gata fue mi niña hermosa!.


VIDA


Tenia en absoluto abandono el blog. Todo por culpa del trabajo que a ratos me atropella.

Pero ahora ha venido a revivir mi blog un acontecimiento importantísimo.

¡Soy abuela!

Si. Rescaté una gatita que estaba en malas condiciones en una empresa... y cuando la llevé a revisión veterinaria me dieron la sorpresa.

La veterinaria nos lo dijo sutilmente de este modo: A la gatita hay que bañarla porque está muy sucia... pero como es callejerita habría que tranquilizarla. El problema es que si le ponemos tranquilizantes se le mueren los gatitos.

Plop.

Ya nacieron los peludos. Son ... son... no hay palabras. Mas que hermosos, mas que provocativos.

¡Están vivos!. Suena raro que lo diga..¡pero es que es raro! Ver esas bolitas peludas, indefensas, diminutas.

No alcanzo a contar sus pulsaciones por minuto. Todos deberíamos ser testigos de este milagro para aprender a cuidar la vida.

Van creciendo rápido, ya abrieron los ojitos. No puedo creer que van a ser gatos grandes y fuertes como su mamá.

Se aferran a uno con esas garritas, se aferran a la vida. Felinos diminutos que ya se oyen ronronear aunque todavía no muestran nada de la elegancia y la gracia gatuna porque son deliciosamente torpes.

Bienvenida vida, bienvenidos gatitos. Ya me encargaré de buscarles buenos hogares, por el momento, agradezco ser testigo del milagro, celebro a cada minuto este privilegio.

APARICIONES


El amigo que me puso el apodo de sundurí me habló del nahual o nagual el mismo día que me regaló mi apodo, contándome que Sundurí era una jaguar radiomonitoreada en un área protegida en África. 

Según wikipedia, en la mitología mesoamericana el nahual es un animal que se considera espíritu protector de cada persona.

Pablo me explicó que no sólo te protege sino que además te define, que cada persona tiene rasgos característicos de su nahual. 

Alguna vez leí que Gustavo Wilches llamaba nahual a una bolita de pelos, fuente inagotable de espirales blancos que cohabita su casa y que llaman charlie.

El mío es un gato. Por qué lo se? Pues porque lo sé, simplemente. Porque me identifico con el gato.

Llevo varios días con una tristeza encajada que no me abandona porque mis gatitos, que había llevado a vivir con mi mamá desde que dejé de vivir en finca, se fueron y no volvieron. Estaban bien, felices, gordos y juguetones, y un día simplemente no aparecieron más.

Pero hace poco, estaba paseando entre los dibujitos del baldosín de mi baño y de pronto lo ví... me miraba fijamente. Antes no lo había visto, o tal vez, no estaba. Salí corriendo a contarle a jahir y le mostré.. el sonrió (con cara de estar pensando: pobre, la ausencia de sus gatos ya le rayó el coco). Pero yo seguí mirando y empecé a encontrar otro y otro, uno en cada baldosa. ¡El baño está lleno de ellos!.

Reconozco a sundurí, a kimburo, también está josys, ahora debe estar merlín y también michín... ahí están, me vigilan todo el tiempo.
ahí.. justo ahí



Más de cerca...

y ahí está. Muy sentado en el relieve del baldosín, perfecto. Con bigotes, orejas, y cola en espiral..


Como diría Caetano Veloso:  "Gosto muito de te ver Leãozinho"..

CANCIÓN RECIÉN LEVANTADA







Antes no sabía ser feliz. Pero además de que no sabía, no me quedaba fácil. Mi familia andaba enmarañada, otras gentes que juzgué mal creyéndolos mis amigos me lastimaron con la calumnia, en fin, hubo quien me hiriera (incluyéndome). Sé que puede haber más ratos difíciles, pero ahora estoy contenta, la vida pinta bien. De paso, ya tengo más experiencia en eso de ser feliz incluso a través de momentos malucos.




Así que hoy, sin saber por qué, me levanté cantando esto. Sin haberme despegado aún los peluches, logré safarme la cobija y forzar la pobre voz.


Cantando al sol como la cigarra....

MIS MADRES


El encantamiento del amor, el sacrificio de mis madres los zapatos de charol…
Cada que oigo esta estrofa de Fito pienso en mi, en mis madres.Tengo cuatro. Eran cinco pero la abuelita ya se murió hace rato, en el 97.Cada vez que mi novio me acompaña a algún evento familiar dice que va para donde sus suegras. Eso si que suena chistoso y más raro que mis madres.
Por supuesto que una sola de ellas me parió, no se asusten. Pero todas ellas me criaron. En modos y tiempos diferentes, pero sí, tuve cinco mamás, me quedan cuatro.Me parezco tanto a cada una de ellas que se siente raro estar compuesta de semejante variedad de características heredadas y aprendidas y tener cuatro espejos parlantes.

De Marta Luz, mi mamá, es decir, la mamá mamá, la que tuvo que cargarme en la panza nueve meses, tengo algunos talentos, como el del canto. También soy buena para las manualidades pero no tengo la creatividad y el buen gusto que solía tener ella para diseñar bolsos y ropa; pero sobretodo, no tengo la paciencia que requiere ese asunto de ser artesano. Me hubiera gustado heredar y/o aprender su elegancia y ser igual de bonita, o por lo menos sentirme así porque yo realmente nunca me he sentido taaaannn linda como ella que fue la rompecorazones de la familia y recibió todas las serenatas. Yo soy simplemente linda y hay que confesar que a ratos no he creído ni eso.

Pero ese talento de la música, que supongo traía en los genes de mi madre, me lo cultivó realmente la Tota. Una mamá que legalmente es mi tía (hermana de marta luz como las otras dos). Con la tota canté todas las canciones infantiles posibles, ella me llevaba a coros y clases de música, me llenó de cassetes de la música infantil más bonita y bien hecha. Gracias a ella yo crecí con mucho más que el pájaro carpintero. Además de la música infantil me mostró músicas de otros lados y aprendí a cantar en portugués sin saber que decía.. de hecho, en muchos idiomas solo por repetición de sonidos. Recuerdo haber cantado en hebreo, alemán, portugués e italiano. (Por favor ya no me vayan a pedir semejante hazaña).

A la Mona me parezco tanto que me asusto. Sobre todo porque con ella es con la que menos tiempo viví y con el tiempo he descubierto que me parezco a ella hasta en las alergias y los dolores. Ella se fue de la casa muy joven porque la convivencia familiar era conflictiva. Siempre ha tenido un carácter fuerte y decidido. Yo nunca me sentí tan fuerte pero resulta que repetí parte de su historia y el carácter que creía no tener, salió a flote cuando vi que tendría que dejar de ser la niña mimada de la casa para irme a buscar mi tranquilidad por otro lado. Pero antes de eso ya había aprendido otras cosas de la mona, como su capacidad de juego, de seguir siendo niña. Ella ha sido mi principal cómplice de juegos con los peluches aunque luego las involucré a todas y terminaron hablándole a Jacobo el dromedario felpudo.

De María Eugenia tengo la nobleza, esta que ya raya con la pendejada. Ella es buena, generosa y paciente a un nivel que uno no entiende. Yo soy buena y generosa, pero espero serlo tanto como ella y pues, de la paciencia, si bien la tengo, ¡es tanta la que todavía me falta!. Ella es comprensiva en un grado incomprensible. Yo de verdad no entiendo como una mujer tan diferente a mí, alcanza a entenderme tanto y de una manera tan amorosa. Pero no sólo a mí, a todos. Uno no entiende, de verdad, cómo alcanza a ser tan tolerante y generosa con el perdón. ¿Será que yo si llego hasta allá algún día?.


Las cuatro son unas tesas. Comparten una historia familiar dura, unos hombres en la familia muy difíciles de entender y aguantar. Y sin embargo ninguna se ha refugiado en el papel de víctima de sus tristezas para amargar las vidas ajenas, cada una ha hecho lo mejor que ha podido con el dolor y el amor que han tenido en el las manos.

A mi me gusta decirme que conmigo no sólo hicieron lo mejor que pudieron sino que han hecho un buen trabajo. A mí me tocó la misma familia con los mismos hombres y los mismos dolores y ellas me salvaron a punta de juegos, canciones, peluches y mimos.

De ellas aprendí varios amores, principalmente este amor por otros seres, los que son humanos y los que no, por el campo y la música. De ellas y del abuelo. Pero de él hablamos luego porque és capítulo aparte.
¿Cómo no van a ser entonces, mis cuatro mamás, los amores de mi vida?. Así que, aunque no tenemos la costumbre de hacer grandes celebraciones por días de madres, padres, navidades, cumpleaños, etc. Hoy si es buen día para pensar en ellas y sentirme contenta por tenerlas.


ADACADABRA

Desde que estaba en el colegio he recibido varios apodos. Algunos me han parecido muy bobos y otros me han causado risa, pero ninguno me ha dado rabia. Seguramente por eso ninguno perdura y todo el mundo termina diciéndome Adita o Ada, con excepción de dos o tres amigos que me llaman Lucía.

Yo no le veo mucho sentido a los apodos en mi caso teniendo en cuenta que mi nombre es cortico y sonoro, además fácil de recordar y mas bien escaso. Pero igual he tenido varios.

Campanita es uno de los mas recientes y me gusta por sonoro y porque el personaje que evoca es una hadita juguetona.

En la universidad me decían todo tipo de palabras terminadas en ADA.  Cualquiera que se atravesara era buena ya que el juego era encontrarlas, así que yo todo el día escuchaba: ExtasiADA, mi ADA, IluminADA, AtravesADA, despistADA, despeinADA(muy acorde con mi apariencia diaria)... etc. y mas etc, etc.
Tanto, que alguna vez casi morimos de risa en el salón cuando un profesor me preguntó muy serio:  -ADA, ¿La ecuación está balanceADA?

Tengo dos favoritos:

Sundurí, que en swahili significa niña hermosa, y me lo dió un buen amigo que viaja frecuentemente; y Adacadabra, que me lo puso Nora una compañerita del colegio cuando estábamos como en noveno.. o antes, no sé.

Adacadabra me gusta porque evoca magia, la magia que creo que hay detrás de todas las cosas que parecen irracionales, la que nos salva de vivir en un mundo completamente explicable a través de los números.

Si, adacadabra me gusta, por eso llamé así a mi blog.
Me gusta tanto, que hasta me aguanto las patas de cabra.

AÑORALGIAS FELINAS


Algia es un sufijo que significa "dolor y estado doloroso”. En medicina se define como algia al dolor persistente, sordo y por lo general de intensidad moderada que puede ser localizado.

Les luthiers nombraron "Añoralgias" a una de sus obras, que ellos mismos clasifican como del género zamba catástrofe. Esta obra interpretada en colaboración con los chalchaleros habla de un pueblito que parece ser el "paraíso" de los desastrólogos.

Agradezco a Les luthiers, además del deleite musical, el haberme dado el término perfecto para nombrar lo que siento por la ausencia de mis queridísimos gatos. Este dolorcito persistente, sordo y de intensidad moderada, localizado justo en la boca del estómago del corazón.

snift...


Lord Josys Archiduque de Sonsón




Kimburo Primero Vizconde de Santa Elena

CONVERGENCIAS


Conocí a mi hermano en el año 2000. El día que lo ví por primera vez (sin saber quien era), me regaló lo que en ese momento y hasta hace poco pensé era una canica. Era una bolita de cristal con unas bandas onduladas de color café o beige adentro. Su tamaño no era el de las canicas comunes sino un poco mas grande, como de tres centímetros de diámetro.





Conocer a mi hermano fué un evento muy importante en mi vida y sin saber porqué, desde ese día he guardado su regalo con especial cuidado y cariño. Aunque he hablado muy poco con Juancho (comparado con todo lo que quisiera), siento un amor profundo... una complicidad especial con él. Tengo otros dos hermanos; el mismo día que supe de ellos y hablé con Juan, supe también de mi papá a quien no conocía. Pero solo con Juancho sentí y sigo sientiendo como si lo hubiera tenido cerquita toda la vida, como si no hubieramos tenido infancias separadas, como si lo hubiera estado buscando sin saber de su existencia.

En el 2004 fuí a Suiza de cuenta de la generosidad de Gustavo Wilches. A él lo había conocido poco antes. Lo escuché hablar en un seminario organizado por el SIMPAD ¡y me identifiqué tanto con su discurso!, pero más que eso, sentí como si lo conociera desde hace mucho... sentí, a través de la lectura de sus escritos, un afecto y una complicidad similares a las que me produjo el encuentro con mi hermanito. Así que me dí a la tarea de encontrarlo y hacerle saber de mi admiración por su trabajo, aunque aquí entre nos (nosotros todos los que podemos leer este blog, es decir el mundo entero), lo que realmente he admirado siempre es al ser humano que adivino detrás de sus líneas, tengan carácter técnico o no.

El caso es que fuí a Suiza a recibir en nombre de Gustavo un reconocimiento que le otorgó la ONU llamado Sasakawa por su labor en gestión del riesgo. Cuando volví de Suiza estuve en Bogotá y me ví con Gustavo, quien me regaló su libro recién publicado "El universo amarrado a la pata de la cama". De regreso a Medellín lo devoré... y ya no recuerdo si le conté o no a Gustavo la impresión que me causó su libro, pero lo guardo como un tesoro. Entre varios motivos porque en él descubrí que comparto con su autor ciertos gustos (de esos que son simples y escenciales) por algunas cosas, que a los ojos de la mayoría casi siempre pasan desapercibidas, como los espirales y las nubes.

Hace poco volví a contactarme con Gustavo y me picó el bichito de leer de nuevo el libro. Antes de empezar tuve una conversación con mis tías sobre el episodio familiar del encuentro con mi hermano y mi papá. Una de ellas me dijo que antes de contarles que los había conocido, yo andaba todo el día con una "bolita" en la mano y le decía que tenía que hablarle de algo muy importante pero que ya llegaría el momento.

Empecé a leer de nuevo el libro. En sus primeros relatos Gustavo cuenta de un amigo que, según él, le recuerda a Enrique Buenaventura (Cosa curiosa por que a mí Gustavo me recuerda al maestro) y que le regaló en Suecia una esfera de ánimus. Material que según Wilches "tiene la facultad de condensar y hacer visibles las imágenes mentales de quien la tenga en sus manos". La esfera se cayó durante el terremoto del Páez y quedó convertida en 49 esferitas pequeñas con las mismas propiedades. Se ha vuelto a recomponer y a desbaratar varias veces como respondiendo a "determinadas fuerzas o tensiones, directa o indirectamente generadas en la tectónica de placas o en la mecánica celeste".

Una vez, Gustavo le entregó una de las esferitas a un amigo para que estudiara el material del que está hecha, pero las otras parecieron reemplazarla porque siguió teniendo 49. Lo curioso es que después de sus estudios el señor no volvió a verla... afirmó que parecía haberse evaporado.

Un personaje misterioso le dijo una vez a Gustavo que el ánimus venía de la única mina de este material conocida en el mundo ubicada en Almaguer, Cauca y que fué enterrada por el terremoto de 1765. La mamá de mi hermano (y él hasta hace poco) vive en Santander de Quilichao, Cauca.

Hace rato que no veo la "canica" que me regaló Juancho, aunque siempre la tengo muy bien guardada... he tenido tentación de ir a buscarla pero siempre me detengo con cierto temor de no encontrarla. No podría evitar la certeza de que está en la urna de madera de 60*30*40 cms en un armario de Gustavo.