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SARITA, MI PERRA DE RETAZOS

Yo estaba acostada de lado, leyendo algún libro sobre mi cama, en la casa de mi tía Mona.  De pronto sentí un ruido y vi de reojo que algo se metió debajo de la cama.  Para entonces no teníamos animales así que me asusté.  Miré con cautela y solo vi unos ojos brillantes y una sombra enorme debajo de la cama.  Luego escuché unos llantitos, unos gemidos agudos como de cachorro.  Pero ese animal tan grande no podía ser un cachorro.  
De repente salió el animal de debajo de mi cama.  Una perra grandota, como cruce de chow chow con avenida quinta, salió, me miró, miró bajo la cama, volvió a mirarme como diciendo algo... y se fue.  Entonces escuché de nuevo el llanto.  ¡La muy conchuda me había dejado un cachorro!
Yo estaba sola y pensé:  La mona me va a matar.  No me va a creer que la perra trajo el cachorro, va a pensar que me lo encontré y me lo traje, o que me lo regalaron.  Traje una cobijita y tomé al cachorro en mis manos mientras seguía pensando que ahora tendría que buscarle un hogar, porque con esa mamá tan grande seguro sería un perrote... entonces volvió la perra.  ¡Y traía en el hocico otro cachorro! y entonces le dije ¡Ah, no! Dos cachorros ¡no!.  No vas a dejarme aquí a dos cachorri....  Se fué.  ¿Y ahora que voy a hacer yo con dos cachorros? No puede ser, esto no me pasa si no a mí... ¿OTRO?  ¡Tres!  y luego el cuarto y el quinto.   Seis en total.
Seis y la mamá, muy instalados en una cobijita en mi cuarto.  Siete perros.  Vaya usted a saber cómo hacen ellos para identificar a los humanos que los quieren (aunque creo que a veces se equivocan, pobres)  Pero chumila había llegado con sus seis cachorros y sabía que allí le daríamos refugio y alimento. 
Todos consiguieron hogares menos una cachorra chiquita, la más feíta, de todos los colores.  Esta pata blanca, la otra café, las orejas negruzcas, el pecho blanco, el lomo rojizo.  Una vecinita la puso Sarita y así se quedó:  Sarita, la perra de retazos. Todo el día retozaba con su mamá en la manga y eran felices durmiendo, comiendo, jugando y escapándose juntas.
Cuando sarita tenía seis meses, chumila su madre murió en un desafortunado accidente con una moto. ¡Estábamos tan tristes! y para rematar, nos descuidamos y sarita queda preñada en su primer calor. 
Ella engordaba, engordaba y un día me llama mi tía al celular. Yo estaba en Cartagena y ella me dijo:  Sarita ya está en trabajo de parto, pero yo creo que te está esperando porque nada que nacen.  Yo llegué al aeropuerto de Rionegro y me fui derechito a la finca a ver a Sarita.  Esa misma noche tuvo a los bebés debajo de mi cama, donde chumila la había puesto a ella con sus cinco hermanitos cuando llegaron.  En un momento Sarita tuvo ganas de hacer chichí y salió de la casa.  Entonces entró desesperada, me buscó, me lloraba como diciéndome alguna cosa.  Yo fuí hasta donde ella me llevó y allí estaba un cachorro que se le había venido mientras volvía de hacer su necesidad.  Había quedado justo en la baldosa fría de la entrada a la casa.  Entonces lo tomé con cuidado y lo traje a la cobijita donde estaban naciendo.  Ella daba dos pasos delante de mí como mostrándome el camino y luego uno atrás para verificar que venía bien su cachorro. Nacieron seis petacones hermosos, tan gordos que no sabíamos si eran chanchos o perros cachorros así que se quedaron "los chanchorros".  
La pobre sarita sufrió una mastitis terrible y sin embargo alimentó hasta donde pudo a sus pequeñines. Les buscamos buenos hogares y esta vez decidimos quedarnos con ese menudito que se vé a la izquierda en la foto.  Era el menos avispado, comía de último y había que abrirle espacio entre los demás para que pudiera comer.  Lo pusimos comino, pero terminamos diciéndole Rojito.
Rojito y Sarita crecieron juntos.  Ella a pesar se ser tan joven fue super buena mamá. 
Vivieron juntos 9 años, hasta que, hace poco, sarita empezó a verse decaída y con dolor en una patita. 
Estaba ya muy enfermita y hemos tenido que despedirnos de ella, pero nunca olvidaremos su historia y su carácter tranquilo, esquivo con los desconocidos.  
Ella siempre será mi sara-princesa, una heroína perruna que pasó por muchas vicisitudes y se volvió un poco miedosa, pero que siempre confió en mí y me dejó cuidarla y quererla. 
Adiós mi Sarita, perrita de retazos.