No es mi costumbre hacer grandes
celebraciones por estas fechas.
En parte porque crecí en una familia
pequeña, que tuvo algunas navidades amargas y por tanto aprendió a celebrar
discreta y silenciosamente, sin muchos alborotos, sin trago. Y en parte porque no soy una mujer religiosa
y por lo tanto no le encuentro mucho sentido profundo a la navidad y sus
costumbres. Sin embargo me alegro con la
reunión familiar y la comparto.
Encuentro en esta época una buena disculpa para expresar afectos, descansar
un poco, comer cosas ricas.
Ahora que tenemos a Lucas en la familia
todo tiene más gracia. Él se maravilla
con todo, hace de todo una fiesta.
Celebra el árbol de navidad, rasga el papel de los regalos, grita con
los colores, las formas y los sonidos de sus nuevos juguetes. Es un deleite verlo gozar cada cosita, cada momento.
Para mí tiene más significado el fin de
año. Es el cierre de un ciclo. Es un momento para pensar, hacer balance y
buenos propósitos. Este año por ejemplo, estoy llena de agradecimiento con la
vida. Como dice la canción, “yo no olvido el año viejo porque me ha dejado
cosas muy buenas”.
Tengo un bebé precioso, rebosante de salud,
simpático y feliz. Se despierta cada día
muerto de risa y se desborda en brincos y morisquetas cuando lo saludo en la
mañana y lo tomo en mis brazos. Tengo un
esposo paciente y gentil conmigo y con nuestro pequeñín. El mejor papá del mundo, desbordante de amor
por los dos, nos cuida y mima todo el tiempo.
Lucas ha llegado lleno de bendiciones. Me ha traído las expresiones de afecto y
solidaridad de toda la familia y los amigos, incluso los menos frecuentes Con
su llegada vino también un cambio de trabajo que me ha dado calidad de vida y
me permite hacer nuevos proyectos.
El 2013 fue un año lleno de cosas buenas,
principalmente salud y amor por montones. Así que hoy me siento feliz y
agradecida con la vida y deseo que el 2014 esté también lleno de aprendizajes y
regalos maravillosos, no solo para mí, sino para todos. Lo que si les advierto, es que sospecho que
eso de tener un año lleno de bienaventuranzas es cuestión de saber valorar y
agradecer, de ver las cosas por el lado chévere, mejor dicho, es cuestión de
percepción.
Yo podría decir que estoy muerta de
cansancio, que no duermo bien desde que nació Lucas, que fue durísimo tener una
licencia de maternidad tan cortica, que entrar al nuevo trabajo en plena recta
final antes de auditoría, con todo por hacer ha sido muy duro, que esta
manejadera de carro de calazans a envigado para dejar a Lucas y luego al
trabajo me está matando, que esto de ser mamá primeriza es muy agobiante.. que… y todo es verdad, pero nada de eso es más
importante que las alegrías que me trae mi pequeñín, el amor de mi novio y el
apoyo de mi familia y amigos.
Así que, de nuevo, les deseo un feliz 2014, pero
pilas, que el año nuevo no es responsable de traer nada. Nosotros somos responsables de verle el lado
chévere y aprender de lo que traiga el año, fijo fijo, que cuando uno es
positivo y sabe ver la belleza, atrae cosas buenas. Y no se los digo porque sea esotérica, crea
en el destino, en la ley de la atracción ni nada parecido. Se los digo porque lo he vivido. Uno agradece y vive bien, y la vida le trae
cosas mejores. ¿Ley del Karma? Llámelo como
quiera, pero eso sí, trate de aplicarlo en el 2014 y verá que le va de
pelos. Y así puede desear cosas buenas
pero poniendo de su parte, no dejándole la responsabilidad a un pobre año que a
duras penas alcanza para todos.