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Elogio de la tibieza



Desde siempre, he escuchado las discusiones acerca de política, fútbol, religión y demás temas que tienden a polarizar opiniones, con un tono de ataque y defensa de cada lado que me ha generado rechazo y desagrado por ese tipo de conversaciones. 

En algún momento empecé a conocer personas capaces de disentir sin enojarse y eso me generó una grata sorpresa. En mi familia no existía el disenso respetuoso, la discusión amorosa.  

Cada diferencia de opinión era un motivo para atacar o defenderse del otro.  Aprendí a temerle al conflicto. Eso me hizo una niña callada, para nada problemática.  Al fin y al cabo era mi familia, la familia de mi madre, pero yo fui la nieta y la sobrina "adoptada" porque ni mi madre ni mi padre estuvieron ahí para sostenerme y educarme.  Así que sentía que tenía que ganarme el afecto de las personas que tenía al rededor con buen comportamiento.  

Yo disentía en muchas cosas, empezando por la forma misma de abordar el disenso.  Afortunadamente para mí, tuve una tía mamá que me enseñó a no juzgar ante la primera impresión.  Así que crecí temiéndole al conflicto pero sintiendo respeto por las ideas diferentes y procurando no juzgar de forma negativa la diferencia antes de tratar de entenderla y de ponerme en los zapatos del otro. 

Fue así que crecí siendo "tibia".  Terrible defecto al parecer.  Para la mayoría de las personas al rededor, lo lógico y adecuado era tomar partido en algún extremo de cada tema y desde ahí darse la pelea ideológica. 

Pero yo seguía siendo tibia, ni tan blanco ni tan negro, ni tan metal ni tan balada, ni tan de izquierda ni tan de derecha, ni tan Uribe ni tan Petro, ni tan religiosa ni tan atea. 

Me avergoncé varias veces de ser tibia y encontrar puntos medios que me convencían mucho más que cualquiera de los extremos que se me ofrecían. 

Yo no quería vincularme con ningún extremo y no quería (y sigo sin querer) discutir en ese tono punzante, agresivo y descalificante hacia el otro. 

¿A dónde puede llegar una conversación en ese tono?  Solamente a malestar entre amigos, familia, vecinos.  Siempre preferí el silencio. 

Tuve que llegar a conocerme y valorarme, aprender a quererme para entender que así quiero seguir siendo y no quiero parecerme a cualquier militante extremista en ningún tema.  Yo quiero seguir encontrando el camino del medio. 

Fue necesario entender que precisamente de ahí viene mi facilidad para la conciliación y el tejido de puentes entre las posiciones diferentes de los miembros de un grupo de trabajo.  Que gracias a la habilidad para evitar los juicios o por lo menos guardármelos prudentemente hasta darme la oportunidad de conocer mejor las circunstancias, es que muchas personas acuden a mí como confidente y me regalan el privilegio de saber de sus situaciones mas íntimas. 

Luego en el estudio de las ideas del budismo me reencontré con el camino del medio y ese fue uno de los hallazgos que hizo que adoptara los principios funcamentales del budismo y la práctica de la meditación bajo esta guía como ruta de mi camino espiritual. 

Por eso me molestan tanto y me salgo con frecuencia de los grupos de whatsapp en los que sus miembros empiezan a manifestar opiniones polarizadas que no acercan ni construyen sino que insultan, deningran del otro extremo.  Y puede ser que a mí no me guste para nada el extremo insultado, pero si hay personas en ese extremo yo quiero escucharlas en vez de andar diciendo y poniendo stickers y gifs de que fulano es un pendejo y sutano un ladrón, etcétera. 

Yo sigo creyendo que la cordialidad en el diálogo y el respeto que incluye no descalificar el lado contratio, son fundamentales para que exista realmente la conversación empática, la construcción de puentes y la llegada a puntos medios entre los extremos polarizados que tanto daño nos han hecho. 

Yo sigo queriendo hablar con gente que es capaz de verse confrontada sin enojarse.  Mejor aún, con gente que es capaz de callar un rato, dudar, pensar y admitir la ausencia de certeza o de pedir tiempo para configurar una postura porque la confrontación le lleve a replantearse las "verdades" adoptadas. 

A veces la encuentro pero confieso que no me ha parecido fácil. Con la mayoría de mis amigos elijo no abordar los temas polarizantes porque valoro más la historia que nos une y la confianza que compartimos que la coincidencia e uno u otro tema del mundo en el que realmente tenemos poquísima o ninguna influencia.

Tibieza me han dicho, falta de fortaleza en la opinión, falta de definición, pero ¿Porqué tendría que estar definida, tener certezas e uno u otro tema, tener opiniones fuertes? ¿Quién dijo que tiene que ser así?. 

A mí me genera cada vez menos confianza la gente que quiere mostrarse tan "segura de si misma", me parece una supuesta cualidad sobrevalorada.  ¿No es más astuta y más aportante la gente que permanentemente se cuestiona a sí misma y no anda considerándose producto terminado?.  Y no digo que no pueda haber gente que tiene las dos características, pero parece que lo que vale es la certeza.  Es a quien manifiesta tener verdades reveladas a quien se le cree y se sigue, al que asegura con vehemencia. 

Yo aseguro con vehemencia que esta que soy hoy escribiendo este post en mi blog, mañana ya no va a estar, no será la misma, porque la inseguridad que me abunda me sirve precisamente para vivirme preguntando si esto que pienso, digo, hago, es lo mejor que puedo pensar, decir y hacer. 

Mi sensación de seguridad cada vez se parece menos a las certezas, la única que me acompaña a cada momento y cada vez mas fuerte, es la certeza de que cuestionarme de manera permanente me permite ser una mejor (o peor según el observador) versión de mi misma, que me da la tranquilidad de estar siendo lo mejor que puedo ser a cada momento. 

Así que seguiré siendo tibia, porque además, me encanta lo tibio.  Me gustan las bebidas tibias, las que ni me queman ni están tan frías,  las cobijas tibias, los abrazos tibios, las manitas tibias de mi niño, los ambientes tibios y acogedores y la palabra en sí: Tibieza.