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Un elefante

Tenía como 22 años cuando iba caminando con mi novio de ese momento por todo el perímetro del Aeroparque Juan Pablo Segundo.  

Estaba el circo Hermanos Gasca haciendo funciones en un espacio abierto del parque en el que se había alzado la gran carpa del circo.  De pronto paré de caminar y de hablar con Andrés porque había mirado al lado, a la malla del parque, y vi un elefante enorme ahí, justo detrás de la malla, mirándome. 

Era una hembra, una elefante africana, de orejas grandes.. sus ojos estaban a la altura de los míos.  

Cuando la miré, supe que estaba llorando.  Observé toda la escena y vi que ella estaba simplemente atada con una cadena y un clavo grande de hierro anclado al piso de tierra.  Yo sabía que ella podría perfectamente halarlo, arrancarlo, tumbar esa malla y salir de allí.  Yo lo sabía pero ella no. 

Lloramos juntas y en silencio durante un rato.  Andrés tuvo que separarme de la malla.  Yo no podía hacer nada por ella en ese momento.  Le pedí perdón en nombre de la humanidad.  

Todavía la recuerdo y siento ganas de llorar.  He apoyado cada campaña de protección animal que he podido, cada ley de prohibición de uso de animales en espectáculos, pero siempre me sentiré en deuda con ella.  

Me gusta imaginar que fue liberada en un santuario para elefantes.  Que tuvo una vida mas digna y tranquila al final de sus años.  La imagino conociendo a otros elefantes, haciendo amigos y tal vez conociendo un amor.  Siendo madre, cuidando a su cría.  La imagino recordándome, como yo la recuerdo a ella.  Pensando que tal vez ese llanto compartido nos conectó para siempre y que ella también desea para mí una vida libre, un amor bonito, una cría y buenos amigos.