Isis llegó como un regalo. De una raza poco común en Medellín, su apariencia fue motivo de opiniones divididas. En mi caso fue amor a primera vista. Desde que la conocí me dio la impresión de que era la gata mas gata de todas las gatas. Era la viva representación de la felinidad.
No, no era mía.. o mas bien, yo no era su humana. Pero yo moría de amor al verla y amenazaba con robármela al primer descuido de sus humanos. Por supuesto, era puro cuento. ¡Ella era tan feliz entre sus súbditos bípedos!. Además tenía en su corte a varios gatos y perros.
Muchos la llamaron fea. Preguntaban cosas como ¿Y si se va a curar la gatica? ¿Que le pasó? ¿Pero le vuelve a crecer el pelo?. De cariño la llamábamos "lo que quedó del incendio". Era una gata Cornish Rex y por eso tenía el pelo rizado, cortito y más suave que el de cualquier gato.
Con su hermosura peculiar vino a enseñarnos precisamente que la belleza es subjetiva y que a veces hay que aprender a verla.
Hoy se bebió de golpe todas las estrellas. Y aunque me entristece su partida, me duele más la tristeza de sus humanos, que eran súbditos fieles y amorosos.
Yo espero que esté en el puente del arco iris esperando a Merce... y que cuando llegue yo, se acuerde de mí y me haga alguna morisqueta. Claro que en caso contrario, la voy a agarrar a picos obligados como hice siempre con la pobre Isis, que paciente soportó mis ataques de cariño.
Adiós hermosa. Te vamos a extrañar montones.