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ABUELO

Él fue mi papá.

Mi abuelo.  

Él me despertó todos los días de mi infancia con un cuento y un milo caliente al que yo llamaba "cacaíto".  Para que yo tomara el cacao era necesario darle un sorbo a cada animal de peluche que había en mi cama mencionando su nombre:  Mogolla, fris, perrengue, panda, lucero, archibaldo... 

Me calentó el agua en olla hasta que hubo tina en mi casa y me planchaba la toalla porque yo me quejaba de que, en contraste con el agua, la toalla estaba muy fría.

Me acompañó al bus del colegio cada mañana y lo persiguió una cuadra corriendo el día que dejé la lonchera. Me esperó cada tarde en la entrada de la casa. 

Me dió cada día de fin de semana y vacaciones, antes del desayuno, una chocolatina Jet y una wafer Jet... y chitos y papitas y cuanto mecato me gustara.

Me trajo un sábado, del Parque de Belén, mi primer oso de peluche.  Lo recuerdo perfecto:  Yo sentada en mi triciclo al final del corredor y él entrando con una bolsa enorme de manila donde venía PANDA.   Luego en una escena similar llegó Lucero, la osa café con un osito bebé.

Me trajo cada domingo 10 buñuelos con cocacola. 

Me hacía las márgenes de los cuadernos con lápiz rojo.  Era mi guía en las tareas del colegio y me dejaba hacerlas en su biblioteca.

Me dejaba jugar en la silla giratoria de su biblioteca.  Su trono.

No dejó nunca que me compraran una bicicleta por miedo a que me hiciera daño en ella.

Me explicó la ortografía, la etimología y el uso de cada palabra por la que le pregunté alguna vez en la vida.

Me recitó El quijote mil veces de tal suerte que cuando llegué a noveno en el colegio y el profesor preguntó: ¿Como empieza El Quijote? Yo me sabía ya la primera página, conocía el bálsamo de fierabrás y la mayoría de sus aventuras.

Me dio privilegios en su biblioteca que nadie más tenía.  Yo podía sacar, leer, desordenar...

Me enseñó a amar a los animales. Me llevó muchas mañanas descalza y en pijama a alimentar a las palomas del parque de Belén que venían todos los días a recibir su maíz y alpiste en el antejardín de mi casa. 

Me dejaba acompañarlo a escuchar música clásica y las noticias en todelar. 

Guardó cada mamarracho y tarjeta de día del padre y del abuelo que le regalé.  

En Guarne me invitaba por las mañanas a desayunar en pollos mario y tomábamos manzana postobón.  Solo él, Tambor y yo. 

No me dejó ir a verlo en el hospital hasta que supo que moriría. Ese día se arregló hermoso y me recibió con su mejor sonrisa.  

Me salvó. Me llenó de amor.  Fue mi papá. 

Gracias Abuelito.